Se lo prometí a algunos amigos y aquí lo tenéis todos. Se trata de un resumen de la emisión de Canal Sur Radio durante los sucesos de la tristemente famosa Madrugá del año 2000. Si os tomáis la molestia de escuchar los veinticuatro minutos que dura, podréis comprobar, posiblemente con sorpresa, cómo casi al mismo tiempo que los hechos se están produciendo, van apareciendo las distintas hipótesis que luego se han utilizado para explicarlos. Y también veréis que todas menos una, van siendo sucesivamente descartadas. La que al final queda es justo la que las autoridades se empeñaron en negar. Asimismo, Lla grabación pone en evidencia el relato de los hechos que hizo el informe de la policía.Ya me diréis.
http://www.goear.com/listen/93799b6/madruga-ano-2000-canal-sur-radio
Sevilla es un Mundo
Sólo hay que saber mirar para poder ver el Universo reflejado en nuestro paisaje cotidiano.
lunes, 13 de abril de 2015
lunes, 8 de diciembre de 2014
ERASE UNA VEZ SEVILLA
A modo de invitación para que os animéis a ir a la
exposición ‘Puertas de Sevilla, ayer y hoy’ que estará instalada en el
Antiquarium de la Encarnación hasta el 22 de febrero, quisiera dedicar esta entrada del blog a un rincón muy principal de la Sevilla de hace siglo y
medio que hoy, por desgracia, apenas tiene que ver con lo que fue entonces.
LA PUERTA DE TRIANA
De seguir aún en pie, la Puerta de Triana sería hoy en día uno de los rincones más característicos y, sin duda, típicos de Sevilla. Ya lo fue en su día. Por desgracia, en su destino se cruzaron decisiones que hoy juzgaríamos cuando menos incomprensibles, que reducirían a escombros lo que fue y hoy seguiría siendo un insigne monumento. Más que ocuparnos de su historia, en esta entrega nos recrearemos en sus detalles, en la vida que la rodeada y de la que nos dejó una impagable crónica la imagen, fiel reflejo de la Sevilla de entonces, captada por el fotógrafo francés Vigier en la década de los 50 del siglo XIX. La foto es tan buena y ofrece tantos y tan variados detalles, pintorescos unos, costumbristas otros, que he decidido trocearla para que podamos captarlos mejor.
Debo no obstante precisar que la imagen superior no es a la
que me refiero, sino una tomada unos años después, pocos antes de la demolición
de la puerta, la cual presentaba, como de inmediato podréis comprobar, algunas
diferencias, fruto de una remodelación llevada a cabo después de que Vigier la
retratara. Vamos ya con los detalles de esta fotografía.
La Puerta
El Frontispicio
Las azoteas laterales
Derecha
E izquierda (ésta con macetas)
La Puerta de Triana también tenía un balcón
Junto a la puerta había una barbería
Y en la otra esquina, la gente se sentaba a tomar el sol. Era por la tarde, claro.
En una de las ventanas había una palma
A ambos lados de la puerta, como en todas las demás puertas
de la muralla, había kioscos.
Este era el de la derecha.
Y éste, el de la izquierda
El kiosco de la izquierda fue desplazado poco antes del derribo de la puerta para abrir junto a su arco principal un postigo para el paso de peatones. Para verlo, acudimos de nuevo a la otra foto.
En esa misma foto también se puede apreciar qué había detrás
de la Puerta de Triana, la calle San Pablo.
En la foto de Vigier se ve el otro lado de la calle.
Y ahora sí, por fin, la foto de Vigier íntegra. Érase una
vez Sevilla
Por desgracia, la Puerta de Triana hoy es así.
Sé que las odiosas comparaciones que suscitan estas imágenes
pueden sumirnos en la melancolía y provocar el lamento por la pérdida de algo
que ni siquiera nuestros bisabuelos llegaron a conocer. Mi deseo, sin embargo,
es que provoque en nosotros una reacción diferente y más positiva: alertarnos
para impedir que nada de eso vuelva a pasar en Sevilla, que sepamos conservar y
defender lo mucho y bueno que aún posee y hace de ella una ciudad, todavía,
única en el mundo.
Juan Miguel Vega
Para más información, pulsa aquí.
domingo, 16 de noviembre de 2014
SEVILLA SUBTERRÁNEA
La calle Don Remondo se llamó Horno de las Brujas pues cerca
de ella aparecieron unos misteriosos subterráneos donde los antiguos situaban
las ‘escuelas de magia diabólica de los moros’. Se tardó siglos en averiguar
que no eran sino restos de unas termas romanas.
Calle Argote de Molina, donde estaba el legendario 'Horno de las Brujas'
La leyenda urbana describe el subsuelo de Sevilla como una
laberíntica trama de pasadizos secretos y galerías ocultas que recorren la
ciudad en todas direcciones. Túneles para trasladar el oro traído de América
desde el río hasta un lugar seguro, corredores subterráneos que salvan toda
clase de obstáculos, incluido el Guadalquivir, para comunicar castillos o
fortalezas militares; minas horadadas por avaros judíos con el fin de ocultar
en ellas sus ricos tesoros y, por supuesto, misteriosas estancias soterradas
que servían de escondrijo y guarida a brujas, demonios y seres del más allá.
Hay leyendas sobre túneles que llegan hasta San Juan de
Aznalfarache, de comunicaciones subterráneas que, partiendo de la Giralda, se
dirigen hacia todas las iglesias de la ciudad. Raro es el palacio o el templo
en el que no se refiere la existencia de algún misterioso pasadizo secreto.
Todas las culturas que se instalaron en Sevilla habrían
realizado su contribución a esa misteriosa red de comunicaciones subterránea.
Desde los romanos, los árabes y los cristianos medievales hasta cierto
potentado contemporáneo que ha comunicado discretamente varias de sus
propiedades a través de unos pasillos abiertos bajo la piel de la ciudad.
Apeadero de la Casa de los Pinelo, desde el que se puede acceder a unos subterráneos
Defensor de la existencia de esa intrincada red de galerías
subterráneas, el historiador José María de Mena propuso hace años explorarla
detenidamente; empresa para la que, en su opinión, sería necesario adoptar
ciertas precauciones, entre ellas, proveerse de
‘armas de caza mayor’ en previsión de que ahí debajo los exploradores pudieran toparse con
alguna sorpresa desagradable en forma de bicho poco amistoso.
Un día más, hemos de citar en esta página al divulgador
decimonónico Alfonso Alvarez-Benavides, quien en sus artículos periodísticos
recopilados en el libro ‘Curiosidades Sevillanas’, editado por la Universidad
Hispalense y la asociación de libreros de viejo, refiere la existencia, y aún
describe los detalles, de una buena porción de esos misteriosos subterráneos.
Lo cual no quiere decir que en todos los casos su pormenorizado relato los libere del halo fantasioso y
legendario que los envuelve. Especialmente, en el caso del subterráneo que
asegura existe bajo la iglesia de San Nicolás, el cual estaría comunicado con la
iglesia de la Trinidad, lo cual implicaría un pasadizo de más de un kilómetro,
suponiendo que fuera en línea recta.
Habla también Alvarez-Benavides, y esta vez lo describe con
bastante detalle, de una construcción subterránea, compuesta por varias galerías
y salas, en una de las cuales se halló una piedra circular que habría servido
de mesa -quién sabe para qué tipo de secretos rituales-, que fue descubierta en 1864 con ocasión del derribo de la Puerta de la
Barqueta. En su opinión, tal obra pudo haber sido de origen romano. Lo curioso,
sin embargo, es la ubicación de la misma, prácticamente extramuros.
Ya en el interior de la ciudad, refiere el divulgador la
existencia de unos subterráneos en la calle Rodrigo Caro, a los que se accedía desde algunas casas cuyos propietarios cegaron las puertas que comunicaban con ellos, convencidos de que
por aquellos pasadizos sólo podían transitar demonios. Una creencia que habría
avalado, de ser cierto, el descubrimiento que, según nuestro autor, se produjo
en la calle Mateos Gago, llamada entonces de la Borceguinería, donde durante
unas obras se encontró una puerta que conducía a una estancia de planta
octogonal en el centro de la cual había una mesa de mármol negro alrededor de
la cual había varios esqueletos humanos sentados en unos escaños de piedra.
Los antiguos no consideraban nada extraño la existencia de
tan misteriosas estancias en esta zona de la ciudad, pues en la misma no sólo
habían vivido los moros, sino también seres de peor catadura aún: los judíos.
De ese modo, fue habitual que proliferasen leyendas sobre la existencia de tesoros
que los hebreos mantenían escondidos y de cuyo paradero no quisieron dar
noticia a quienes los acabarían masacrando. A este respecto, Alvarez Benavides cuenta la
hilarante historia de unos tipos que, excavando en busca del tesoro de un judío, lo que
acabaron encontrando fue un pozo negro que hicieron estallar con sus golpes, viniéndoseles encima todos los detritus que desde antiguo contenía.
De todos los subterráneos de los que habla la leyenda, el
único del que se ha comprobado su existencia y ha podido ser objeto de un
estudio más o menos detenido, fue el que se halló en el siglo XVI bajo una casa
de la calle Abades y que el vulgo conoció durante siglos como el Horno de las
brujas, pues un erudito como Gonzalo Argote de Molina aseguraba que allí
estuvieron las ‘escuelas de magia diabólica que tuvieron los moros’. Rodrigo
Caro, todo un pionero de nuestra arqueología, refirió el ‘temor y espanto’ que
sintió al penetrar en tan lóbrega edificación y recorrer sus galerías. Sin
embargo, ya en el siglo XIX, una vez que la Ilustración y el Liberalismo habían
hecho efecto, empezó a verse aquello con otros ojos. Bernard y Elena Wishaw,
dos ingleses que vivían en la cercana calle Ángeles, donde poseían una
interesante colección arqueológica, sostenían que se trataba de un templo
tartésico dedicado al sol. Y ya José Gestoso apunta la tesis definitiva de que
se trataba de unas termas romanas, cosa que han corroborado las investigaciones
más modernas.
Palacio de Bustos Tavera, de donde partía un pasadizo subterráneo, hoy tapiado.
Hay, no obstante, noticias, indicios y datos de que nuestro
patrimonio subcutáneo no se queda ahí. En la calle Bustos Tavera, por ejemplo,
se han encontrado tramas subterráneas de origen y destino desconocido. Vecinos antiguos
aseguran haberlas recorrido, comprobando que llevaban, cuando menos, desde el ex convento de la Paz hasta
el monasterio de Santa Paula. Quizá la hipótesis de José María de Mena no era tan
descabellada. Lo cierto es que ahí abajo, en lo más profundo, existen
cosas que desconocemos. Un mundo ignoto que, sólo si nos atrevemos a penetrar en él alguna vez, podremos
saber si merece o no la pena, si debe o no darnos miedo.
martes, 16 de septiembre de 2014
LA TORRE DE LA DISCORDIA
Todo empieza a estar consumado. Con el desmontaje de la grúa más alta, la construcción de la Torre Pelli ha entrado en su fase final. Se verifica así lo que muchas personas sensatas y con conocimiento de causa catalogan como un despropósito.
A lo largo de los últimos años, en las entrevistas que publico cada domingo en las páginas locales del diario El Mundo de Andalucía, he interrogado a muchas personalidades de la ciudad sobre este asunto. Y aunque reconozco que algunas de ellas se mostraban a favor de la construcción del edificio, debo reconocer que la mayoría estaba radicalmente en contra. Por cierto que de esa mayoría formaban parte las personas que me ofrecían más crédito. A continuación, extractadas, ofrezco algunas de esas opiniones. Ruego asimismo que ustedes, los lectores de este blog, también participen con su opinión en este debate.
Muchas gracias.
Ventura Galera. Arquitecto.
'Catetos son los que piensan que la modernidad es hacer un rascacielos de ciento ochenta metros, que a escala de los que se están haciendo ahora es totalmente mediocre. Los últimos que se han hecho en Asia van por ochocientos y pico metros. Si es por altura no vamos en vanguardia y si es por calidad del edificio, tampoco. Porque ese tipo de rascacielos está repetido mil veces en todas partes. ¿Dónde está la modernidad? En ciudades serias no se hacen rascacielos. Y menos en zonas centrales'.
Basilio Moreno. Presidente de la asociación 'Retiro Obrero'.
'Con relación a la Torre Pelli, más que en el impacto que pueda tener en el paisaje de Sevilla, yo haría hincapié en su ilegalidad. Cada día se ven más claros los acuerdos por debajo de la mesa y las irregularidades que supone dentro del Plan General de Ordenación Urbanística'.
Ismael Yebra. Médico y escritor.
'Sevilla ha tenido como prurito siempre no construir nada por encima de la Giralda. Sevilla no necesita rascacielos. Ya se ha demostrado que no son precisamente una bendición, sino un peligro. Son muy frágiles y además complican el entorno porque a su alrededor siempre hay cientos de coches que quieren aparcar y miles de personas que se mueven. Pero en la nueva mentalidad esto quiere parecerse a Chicago o Tokio aunque no tengamos necesidad de ello'.
‘La Torre Pelli es un edificio moderno, un rascacielos pequeño, que no está mal, pero está demasiado cerca del centro. Un edificio así no se habría podido construir ni Copenhague, ni en Washington, donde ningún edificio puede ser más alto que el Capitolio, ni, por supuesto, en Florencia ni Venecia. Ni siquiera en Londres, donde hay rascacielos, pero también normas muy estrictas para que no tapen determinados monumentos. La Torre Pelli tapa la Giralda y también, desde el otro lado, le sirve de telón, haciendo invisible su remate’.
Manuel Alejandro Cardenete. Economista.
Joaquín Moeckel. Abogado.
Juan Carlos Aguilar. Abogado y ex diputado andalucista.
Isidoro Moreno. Antropólogo.
Continuará...
A lo largo de los últimos años, en las entrevistas que publico cada domingo en las páginas locales del diario El Mundo de Andalucía, he interrogado a muchas personalidades de la ciudad sobre este asunto. Y aunque reconozco que algunas de ellas se mostraban a favor de la construcción del edificio, debo reconocer que la mayoría estaba radicalmente en contra. Por cierto que de esa mayoría formaban parte las personas que me ofrecían más crédito. A continuación, extractadas, ofrezco algunas de esas opiniones. Ruego asimismo que ustedes, los lectores de este blog, también participen con su opinión en este debate.
Muchas gracias.
Aspecto actual de la Torre Pelli. (foto El Correo de Andalucía)
Vicente Lleó. Catedrático de Historia del Arte.
'En España siempre se dijo que las tres primeras ciudades eran Madrid, Barcelona y Sevilla. Y Sevilla, arrastrando un aire de grandeza lastimera, ha buscado muchas veces de un modo espasmódico recuperar el protagonismo perdido. Claro eso se hace en una sociedad muy inculta y, lo que es peor, con unos gobernantes enormemente incultos que son capaces de proponer los mayores disparates del mundo a una sociedad embotada, totalmente carente de sensibilidad, a la que todo le da igual. Si mañana dicen que se va a sustituir la Giralda por una torre de metacrilato más moderna, dirá que le parece muy bien. Estoy convencido'.
Fernando Mendoza. Arquitecto.
'En España siempre se dijo que las tres primeras ciudades eran Madrid, Barcelona y Sevilla. Y Sevilla, arrastrando un aire de grandeza lastimera, ha buscado muchas veces de un modo espasmódico recuperar el protagonismo perdido. Claro eso se hace en una sociedad muy inculta y, lo que es peor, con unos gobernantes enormemente incultos que son capaces de proponer los mayores disparates del mundo a una sociedad embotada, totalmente carente de sensibilidad, a la que todo le da igual. Si mañana dicen que se va a sustituir la Giralda por una torre de metacrilato más moderna, dirá que le parece muy bien. Estoy convencido'.
Fernando Mendoza. Arquitecto.
'Es el síntoma de una sociedad enferma. Que un grupo
de amiguetes con poder político y económico puedan construir una cosa que no
estaba prevista ni en el Plan General,
ni en la legislación de paisaje, ni en la legislación de Patrimonio Histórico
ni en ningún lado… es un abuso de poder, claramente. Será el símbolo de una
época, la del pelotazo, que ha hecho mucho daño y ha destrozado tanto como el
tardofranquismo'.
Manuel del Valle
Arévalo. Ex alcalde de Sevilla.
‘Esa torre en ese sitio crea una serie de problemas
que urbanísticamente no están resueltos. A mí, lo de la altura… hombre me
parece de mal gusto tener una torre así, aislada… otra cosa es cuando forma
parte de un conjunto de edificios, como las torres de la Castellana en Madrid.
La torre Pelli puede que sea un buen edificio, pero urbanísticamente crea una
serie de problemas: el tráfico, su relación con el resto de los edificios de la
Cartuja, y esas cosas hay que pensarlas antes’.
José María Cabeza. Aparejador y ex director del Alcázar.
Es algo que está a destiempo, no estamos en la época de los rascacielos. Y donde se están haciendo, son de cuatrocientos metros de altura. Aparte, ese edificio está modificando innecesariamente la silueta de Sevilla. Y lo hace solamente por la arrogancia del poder económico, que es lo triste. Hablamos cada vez más de los aspectos sociales y humanos, pero el capital es mucho más potente. Que una entidad como una caja de ahorros, cuyos fines son sociales, se dedique a hacer una obra como ésta... una obra innecesaria, porque ¿quién se la ha pedido?
Víctor Pérez Escolano. Arquitecto y ex concejal del Ayuntamiento de Sevilla.
'Me parece que no sólo no hacía ninguna falta, sino que va a generar problemas, y no sólo del paisaje, también de tráfico importantes. A mí me parece que no era necesario hacer una torre de esa dimensión, ni ahí ni en ninguna otra parte del centro de la ciudad, que es lo que en definitiva es la Cartuja. Otra cosa sería en otra parte del entorno metropolitano, desgraciadamente ya desbocado, donde pudiera localizarse un centro de negocios. Pero además, es que en mi opinión el procedimiento es fallido. Jurgën, el de la Encarnación, es un joven arquitecto berlinés que si en el futuro se consolida como una gran figura, Sevilla podrá decir que ayudó a su lanzamiento. Pero la corporación de Pelli, que es una persona muy mayor, es una gran fábrica de proyectos que hace muchos edificios de este tipo en distintas partes del mundo. La torre Pelli pertenece a un capitulo anterior de la historia de la Arquitectura. Cuando se inaugure esta obra probablemente podrá tener calidad de ejecución, pero desde un punto de vista visual habrá quien al datarlo dirá que es de 1989'.
José García-Tapial. Arquitecto, ex jefe de Planeamiento de Urbanismo.
'El caso de la Torre Cajasol es realmente grave porque una cosa es destruir espacios o edificios significativos, cuya repercusión se limita al fin y al cabo al propio ámbito de una calle o una plaza, y otra cosa es destruir una imagen simbólica de la ciudad que se viene manteniendo desde el siglo XVI. Además, haciéndolo de una forma muy gratuita, porque no responde a una auténtica necesidad, sino a un deseo de alzar un hito, hacer un icono, en contra además de todas las teorías arquitectónicas y urbanísticas vigentes, incluso de las extra arquitectónicas, como es el tema de la sostenibilidad, que ahora mismo es una bandera que enarbolan no sólo los técnicos sino sobre todo los políticos, con un edificio tan poco sostenible como un rascacielos'.
José Merino. Catedrático de Ecología de la Universidad P. Olavide
'Un edificio de tal calibre es poco sostenible porque siempre que se produce una concentración alta del uso de recursos, automática e inevitablemente, por un principio de organización, estos se utilizan de manera ineficiente. O sea, que, de entrada, en el aspecto de sostenibilidad, la cosa está bastante mal para la Torre Pelli'.
Daniel Martínez. Publicista.
Es algo que está a destiempo, no estamos en la época de los rascacielos. Y donde se están haciendo, son de cuatrocientos metros de altura. Aparte, ese edificio está modificando innecesariamente la silueta de Sevilla. Y lo hace solamente por la arrogancia del poder económico, que es lo triste. Hablamos cada vez más de los aspectos sociales y humanos, pero el capital es mucho más potente. Que una entidad como una caja de ahorros, cuyos fines son sociales, se dedique a hacer una obra como ésta... una obra innecesaria, porque ¿quién se la ha pedido?
Víctor Pérez Escolano. Arquitecto y ex concejal del Ayuntamiento de Sevilla.
'Me parece que no sólo no hacía ninguna falta, sino que va a generar problemas, y no sólo del paisaje, también de tráfico importantes. A mí me parece que no era necesario hacer una torre de esa dimensión, ni ahí ni en ninguna otra parte del centro de la ciudad, que es lo que en definitiva es la Cartuja. Otra cosa sería en otra parte del entorno metropolitano, desgraciadamente ya desbocado, donde pudiera localizarse un centro de negocios. Pero además, es que en mi opinión el procedimiento es fallido. Jurgën, el de la Encarnación, es un joven arquitecto berlinés que si en el futuro se consolida como una gran figura, Sevilla podrá decir que ayudó a su lanzamiento. Pero la corporación de Pelli, que es una persona muy mayor, es una gran fábrica de proyectos que hace muchos edificios de este tipo en distintas partes del mundo. La torre Pelli pertenece a un capitulo anterior de la historia de la Arquitectura. Cuando se inaugure esta obra probablemente podrá tener calidad de ejecución, pero desde un punto de vista visual habrá quien al datarlo dirá que es de 1989'.
José García-Tapial. Arquitecto, ex jefe de Planeamiento de Urbanismo.
'El caso de la Torre Cajasol es realmente grave porque una cosa es destruir espacios o edificios significativos, cuya repercusión se limita al fin y al cabo al propio ámbito de una calle o una plaza, y otra cosa es destruir una imagen simbólica de la ciudad que se viene manteniendo desde el siglo XVI. Además, haciéndolo de una forma muy gratuita, porque no responde a una auténtica necesidad, sino a un deseo de alzar un hito, hacer un icono, en contra además de todas las teorías arquitectónicas y urbanísticas vigentes, incluso de las extra arquitectónicas, como es el tema de la sostenibilidad, que ahora mismo es una bandera que enarbolan no sólo los técnicos sino sobre todo los políticos, con un edificio tan poco sostenible como un rascacielos'.
José Merino. Catedrático de Ecología de la Universidad P. Olavide
'Un edificio de tal calibre es poco sostenible porque siempre que se produce una concentración alta del uso de recursos, automática e inevitablemente, por un principio de organización, estos se utilizan de manera ineficiente. O sea, que, de entrada, en el aspecto de sostenibilidad, la cosa está bastante mal para la Torre Pelli'.
Daniel Martínez. Publicista.
'El problema de la Torre Pelli es que hay otra igual en Bilbao. Y los de
allí siempre podrán decir que la suya fue la primera'.
Antonio Sáseta.
Arquitecto.
‘La
Torre Pelli es un infame negocio inmobiliario del peor estilo.’
Juan Carlos Arañó. Catedrático de Didáctica de la Expresión Plástica.
'¿Las setas nuestro Guggenheim? Hombre, por Dios. No se puede ni
comparar. Y mucho menos, la Torre Pelli. Esa es la modernidad de los pobres.
Una modernidad de tercera división. Ni siquiera de segunda. Si querían hacer
algo importante deberían haber traído a Frank Gehry, pero cuesta dinero. Por
eso apuestan por proyectos cutres que si van a enriquecer a alguien no es
precisamente al patrimonio de la ciudad'.
Jaime López de Asiaín.
Arquitecto.
‘Esto de la torre Pelli se está convirtiendo en una
carrera contrarreloj para ver quién gana más dinero, que no va a ser Cajasol,
eh? Cajasol se va a arruinar con esto. Ellos mismos dicen que no se ocupará del
todo hasta el año 2025. Cualquiera que haga números, sabiendo la cantidad de
edificios de oficinas que están vacíos por la crisis, comprenderá que eso va a
ser una ruina. Porque, además, hoy en día, la oficina propiamente dicha no hace
falta. La gente trabaja con un ordenador y eso se puede hacer en casa. Un espacio
para oficinas sólo lo necesita una empresa que sea muy fuerte o una entidad
oficial. Sí, esa torre va a ser una auténtica ruina, aparte de que es un
disparate de edificio’.
Ventura Galera. Arquitecto.
Jacobo Cortines. Escritor
'La propia izquierda salió diciendo que al fin se ha hecho justicia cuando
se dio vía libre a la Torre Pelli. Si los teóricos marxistas defienden algo que
responde al capitalismo más salvaje, creo que está dicho todo'.
'(Zoido) Me ha decepcionado. Pero absolutamente. Lo digo así. Estoy
profundamente decepcionado con la actitud del alcalde. Creo que debía haber
sido otra. Y ya cuando he visto en la prensa que va a haber una comisión para
reducir el impacto visual de la torre... ¿cómo se puede hacer eso, de qué
manera, sacándonos los ojos? Me parece una perversión.
Ignacio Medina. Duque
de Segorbe.
‘El proyecto de la Torre Pelli me
parece que es jugar a ricos. Que una caja, que ya veremos en qué situación
está, se dedique a hacer un minirrascacielos rompiendo la silueta de la ciudad
me parece absurdo’.
Juan Pedro Alvarez.
Presidente del Banco de Alimentos de Sevilla
‘La Torre Pelli, en estos momentos,
no tiene sentido. Primero, no sé si Cajasol tiene músculo suficiente para
financiar su construcción. Según mis noticias, no va a encontrar fácilmente esa
financiación fuera de la propia caja. En segundo lugar, aunque pudiera hacerla,
Cajasol no ocuparía la totalidad de la torre, y en este momento no creo que hubiera
muchas empresas que pudieran alquilarla y hacerla rentable. Si a todo ello se
le une la polémica patrimonial que suscita, creo que no es ni el mejor momento
ni el mejor proyecto’.
Juan Valdés. Pintor.
‘No
me gusta porque Sevilla es una ciudad horizontal y eso no deja de ser un
pellizco en su homogeneidad. Además, es una copia de cosas que se están
haciendo por ahí. ¿Por qué en altura? ¿No se puede hacer eso mismo a lo ancho?
Pero como ahí hay intereses comerciales y hay dinero de por medio… pues nos la
vamos a tragar también’.
Basilio Moreno. Presidente de la asociación 'Retiro Obrero'.
Ismael Yebra. Médico y escritor.
'Las setas o la Torre Pelli son sólo dos de los muchos engendros que tiene
esta ciudad, a la que le pasa una cosa que yo siempre digo: tiene muchos
novios, muchos amantes, pero nadie que quiera casarse con ella'.
Diego de los Santos.
Ex diputado andalucista.
‘Tenemos
la suerte de contar con una ciudad barroca de una calidad y una extensión como
no hay otra en Europa. Qué venga aquí una serie de gente a intentar
modernizarnos horteramente con las setas y con la Torre Pelli… lo de horterada
tal vez sea un calificativo demasiado suave para lo que se ha hecho aquí’.
Enrique Valdivieso. Catedrático de Historia del Arte.
Antonio Cruz.
Arquitecto.
'A mí me gustaría que alguien me explicara qué necesidad hay; ésa sería la
primera pregunta. Si hay empresas sevillanas que necesitan ese edificio. Y ¿un
icono de la modernidad…? Bueno. Es una torre, circular o elíptica. ¿Es eso la
modernidad? ¿Simplemente por el hecho de tener cerca de doscientos metros eso
es moderno?'
Aquilino Duque.
Escritor.
'Yo, como soy un reaccionario, tengo derecho a que no me gusten las setas
ni la Torre Pelli, pero tampoco voy a hacer una cuestión de gabinete por eso.
Mal gusto hay en todas las épocas y en todas las ciudades. Unas conservan el
tipo mejor que otras'.
Rafael Choza.
Arquitecto, autor del proyecto Torneo Parque Empresarial.
‘Hay gente muy próxima a mí que me
dice que en Sevilla somos unos catetos, que por qué no vamos a hacer edificios
altos si Sevilla es una ciudad grande. Sevilla es una ciudad grande, pero con
mayúsculas. Sevilla es una ciudad grande no porque tenga setecientos mil
habitantes. Y no le hace falta una torre. Yo no veo una torre ahí porque
aquello va a ser, entre otras cosas, un problema de tráfico importante. En este
momento, en el que hay oficinas vacías a manta, por qué hacer una torre así de
grande. Yo no lo entiendo’.
Rafael Valencia. Arabista
y director de la Academia de Buenas Letras.
'Yo estoy a favor de que se haga (la Torre Pelli), pero de otra manera.
Tres pisos hacia arriba y cuarenta y ocho pisos hacia abajo, de modo que
hubiera aparcamiento para una ciudad de diez millones de habitantes. Según mi
alcalde, soy muy antiguo'.
Jorge Palma. Biólogo y presidente de la Asociación Ben Baso.
'Parece como si hubiera una carrera para ver quien consigue un hito arquitectónico más llamativo, quizá por ese afán de perpetuarse en la Historia, de dejar la huella. En Sevilla, una ciudad de tipo mediterráneo donde el caserío está muy equilibrado, no tiene mucho sentido. No viene a cubrir ninguna necesidad, sino más bien a crear problemas nuevos, como el de la accesibilidad a algunas zonas de la ciudad. Además, un rascacielos consume mucha energía y encima rompe el paisaje. Ese proyecto no piensa en el ciudadano'.
Luis Gómez Estern. Arquitecto.
'Parece como si hubiera una carrera para ver quien consigue un hito arquitectónico más llamativo, quizá por ese afán de perpetuarse en la Historia, de dejar la huella. En Sevilla, una ciudad de tipo mediterráneo donde el caserío está muy equilibrado, no tiene mucho sentido. No viene a cubrir ninguna necesidad, sino más bien a crear problemas nuevos, como el de la accesibilidad a algunas zonas de la ciudad. Además, un rascacielos consume mucha energía y encima rompe el paisaje. Ese proyecto no piensa en el ciudadano'.
Luis Gómez Estern. Arquitecto.
‘La Torre Pelli es un edificio moderno, un rascacielos pequeño, que no está mal, pero está demasiado cerca del centro. Un edificio así no se habría podido construir ni Copenhague, ni en Washington, donde ningún edificio puede ser más alto que el Capitolio, ni, por supuesto, en Florencia ni Venecia. Ni siquiera en Londres, donde hay rascacielos, pero también normas muy estrictas para que no tapen determinados monumentos. La Torre Pelli tapa la Giralda y también, desde el otro lado, le sirve de telón, haciendo invisible su remate’.
Claudia
Zavaleta, Arquitecta.
‘La Torre Pelli no es que me parezca un desatino, me
parece una estupidez. Es peor todavía, porque entra en el terreno de lo no
pensado suficientemente, de la frivolidad si lo prefiere’.
Manuel Alejandro Cardenete. Economista.
En Bilbao hay una torre muy parecida, la torre
Iberdrola, que también fue muy criticada. Ya está terminada, pero está
prácticamente vacía. Caixabank tiene un papelón con la torre Pelli, que es más
alta que la Iberdrola, porque llenarla va a ser prácticamente imposible. La
torre fue otra genialidad de una caja de ahorros dominada por unos políticos
que se meten a gestionar lo que no saben. Porque se decidió hacer la torre
cuando la crisis estaba encima y se sabía que eso iba a ser absolutamente para
nada.
Joaquín Moeckel. Abogado.
El tema de la Torre Pelli; resulta que después de
haber dicho que eso hay que tirarlo, ahora me voy a la Unesco a defenderlo. Un
desdoble de personalidad (de Zoido) que a mí me vuelve loco. ¿Qué ha pasado? Pues lo que
todo el mundo sabe, que una cosa es ejercer la oposición y otra el poder. Eso
sí, hay gente que sí toma decisiones. Monteseirín nada más llegar acabó de un
plumazo con el proyecto de Becerril de hacer un edificio municipal en el Prado.
Esos gestos le llegan al votante.
José
Antonio Solís Burgos. Ex presidente del Colegio de Aparejadores.
La torre Pelli será una más y habrá otras torres, no
me cabe la menor duda. La única duda importante que tengo es si la torre es
rentable desde el punto de vista económico, aunque supongo que La Caixa, que la
ha asumido, sabrá lo que hace.
Juan Carlos Aguilar. Abogado y ex diputado andalucista.
Desde el punto de vista jurídico, diga lo que diga
el actual alcalde, que no es quien la hizo pero la está asumiendo, no es legal.
Las licencias que se le han concedido son claramente ilegales porque infringen
el plan general de ordenación urbana, que no permite esa edificación. Se han
amparado en el plan especial, pero el plan especial no puede ir en contra del
plan general. Además, en el mismo plan especial la torre está camuflada. Sólo
en un artículo se habla de un edificio de cincuenta plantas que fuera una
propuesta arquitectónica de calidad; identificando calidad con altura, cosa que
es discutible.
Angel
Díaz del Río. Decano del Colegio de Arquitectos
‘Si es legal o no, no lo sé porque no he visto el
expediente. Lo que sí es cierto es que, desde un punto de vista urbanístico, no
tiene sentido hacer una torre de doscientos metros en Sevilla. Desde los años
noventa, la Junta de Andalucía ya dijo que en Sevilla más de cinco plantas como
que no. Y en esa zona está precisamente establecido ese parámetro. Es el que hay en la Cartuja. La gran pregunta es qué aporta a la
ciudad. La Encarnación, incluso por la polémica que genera, puede aportar un
atractivo turístico, pero la Torre Pelli no sé qué aporta. Yo creo que nada. Y,
desde luego, no se puede poner ni siquiera en riesgo de correr peligro el
patrimonio de la ciudad. En puro urbanismo, Ley del Suelo y reglamentos, la
Torre Pelli no tiene cabida’.
Isidoro Moreno. Antropólogo.
‘En la torre Pelli, que yo prefiero llamar Cajasol,
tanto el señor Monteseirín como el señor Pulido (presidente de Cajasol) lo que
quieren es hacerse su propio panteón, su particular Valle de los Caídos’.
Enrique
Pavón. Derribista.
¿Que qué me gustaría tirar? La Torre Pelli esa que están haciendo. No me
gusta nada. Ni el sitio, ni la torre ni nada. Además, veo absurdo que un banco
que además me parece que no tiene mucho dinero, en vez de prestarle dinero a
los industriales para que creen puestos de trabajo, se meta en eso para hacer
oficinas. ¡Pero si hay en San Jerónimo yo qué sé cuantas torres con dos mil
quinientas oficinas que están vacías!
Continuará...
miércoles, 10 de septiembre de 2014
EL ULTIMO FANTASMA DEL CEMENTERIO
Quien estas crónicas firma tiene la costumbre de celebrar la llegada del otoño releyendo La Venta de los Gatos, el famoso relato de Gustavo Adolfo Bécquer. Mas, no contento
con leerla, vuelve cada año a visitarla para verla bajo el cielo encapotado y envuelta
en el halo de la leyenda. Craso error. Hace ya muchos años que de aquel que
Bécquer catalogó en su relato como ‘el más neto y característico de todos los
ventorrillos andaluces’ no queda sino un descuidado residuo que da lo mismo ver
con lluvia y frío que con el sol que inflama la calor del membrillo, cuya supervivencia debemos al tesón de su humilde dueño; a
nadie más.
Con mi agradecimiento a Antonio Sánchez Carrasco por las fotos cedidas para este reportaje.
Busto de Gustavo Adolfo Bécquer, obra de Illanes, junto a la Venta de los Gatos.
Foto Antonio Sánchez Carrasco
Avenida de Sánchez Pizjuán, número 25. Las cosas han
cambiado mucho, ya por aquí no pasan coches fúnebres tirados por espectrales
caballos adornados con plumeros negros, tampoco se ven ataúdes portados a mano
por desgarbados individuos de mala catadura; ya no es 'el camino por el que
pasan los muertos, donde las flores y los árboles tomaron por eso un color
diferente'; ni siquiera los muertos dan el mismo miedo que entonces. Porque,
despojado el acto de la antigua trascendencia, lo de morirse se ha acabado convirtiendo en un
trámite. El muerto al hoyo y el vivo a su hipoteca, que la cosa está muy mala.
La gente ni siquiera es consciente de que el finado a quien velan en el cercano
tanatorio de la SE-30 conoce ya la gran verdad oculta de nuestra existencia. Si
hay un más allá de ese cuerpo serrano que dejó de funcionar o todo termina,
precisamente, al final de esta avenida; en la columna de humo negro que se
levanta sobre el horizonte, llena de oscuras reminiscencias de campos de
concentración, alertando de dónde está el fuego... fatuo de un vivir que se
acabó.
Ahora, todo eso -¡incluso eso!- le importa un bledo a la
gente, pero hasta hace no demasiados años, aún pervivía en el ánimo de los
sevillanos un cierto reparo, una comprensible reticencia antes de tomar la
decisión de venirse a vivir a estos contornos; todavía causaba impresión
-¡leche, daba miedo!- el hecho de vivir ‘al lado del cementerio’. Nadie quería.
Sin embargo, hoy en día, ya ven, hasta se editan guías para que los turistas
visiten el camposanto y la gente vaya de excursión a echar el día viendo la
tumba de fulano o el panteón de mengano; incluso la fosa común donde enterraron
a los fusilados durante la represión franquista.
El 1 de enero de 1853 comenzó a funcionar el cementerio de
San Fernando; bastantes meses antes, desde que se tuvo noticia de la intención
de crearlo, la Venta de los Gatos había entrado en decadencia. Hasta ese
momento, si hacemos caso a Gustavo Adolfo Bécquer, había sido un alegre
ventorrillo –‘el más neto y característico de todos los andaluces’- ubicado en
el camino del convento de San Jerónimo adonde iba la gente de los barrios
populares a solazarse, sobre todo en las tardes de primavera, y probablemente también en las de nuestro primaveral otoño. Sin embargo, todo
fue anunciarse la creación del camposanto y verse la venta fuera engullida por la
fúnebre atmósfera que siempre envolvió los sitios donde se enterraba a los
muertos. A partir de aquella fatídica fecha, la clientela de la venta se
limitaría a enterradores, cocheros y, en general, personal del sórdido gremio
funerario.
La Venta de los Gatos, en la actualidad. Foto: Antonio Sanchez Carrasco.
Aquel hecho histórico fue elevado a la categoría de mito
literario por el genio del barrio de San Lorenzo, quien conoció de primera mano
el alcance del trauma ocasionado en la zona por la instalación en ella del
nuevo gran cementerio de la ciudad, dado que Bécquer no abandonó Sevilla hasta
más de un año y medio después. Este dato puede que sorprenda a muchos de los
que conozcan su relato sobre la Venta de los Gatos, pues en él, el autor dice
haber vuelto a la ciudad después de diez o doce años, encontrándose con la
novedad del cementerio, aunque no sólo con esa. Atención a esto que también dice: ‘Yo dejé una Sevilla y encontraba
otra muy diferente. Yo dejé una ciudad grande, hermosa sin afectación, tal vez
con abandono, llena de un encanto propio, con un aspecto y una fisonomía
originales y características, y la hallé tan mudada que sólo puedo comparar el
efecto que me hizo al verla con el que experimentaría un entusiasta de nuestras
costumbres y nuestros trajes típicos al tropezar una cigarrera del barrio de
Triana con una crinolina a la emperatriz, un sombrero de tope alto y el pelo a
lo Fuoco. Tan extraño, tan antiármonico y perdóneme la civilización, encontré
la mezcla de carácter andaluz y barniz francés que veía en todo lo que me
rodeaba’.
No, Bécquer no pudo llevarse esa desagradable sorpresa, pues
asistió en directo a todos esos cambios; lo cual no resta un ápice de valor a
la feroz crítica que encierran sus palabras; de gran actualidad, dicho sea de
paso. Especialmente, si reparamos en este otro párrafo del mismo relato: 'Visité los edificios más notables; y torné a vagar y a perderme entre las revueltas del antiguo barrio de Santa Cruz; en el curso de mis paseos extrañé muchas cosas nuevas que se han levantado no sé cómo; eché de menos muchas cosas viejas que han desaparecido, no sé por qué'.
El relato becqueriano es, por eso, a la vez
que una historia legendaria, una crónica social, una denuncia sobre la destrucción de Sevilla, en la que
ya entonces había quienes se afanaban bajo el pretexto de la modernidad (la 'civilización', dice Gustavo Adolfo). En
este sentido, la Venta de los Gatos no es sino el paradigma del patológico desprecio que
Sevilla parece sentir por sí misma. Un residuo que sobrevive gracias al
romántico empeño de su propietario, un hombre que no pudo ser torero pero que
sí fue capaz de capear la embestida de la especulación, el desprecio de las
autoridades y la ignorancia o, peor aún, la indiferencia del pueblo. Olvidada en un rincón, la
Venta de los Gatos es hoy el ultimo fantasma de un cementerio que ya no da
miedo a nadie.
Con mi agradecimiento a Antonio Sánchez Carrasco por las fotos cedidas para este reportaje.
lunes, 8 de septiembre de 2014
DOS AVISOS (SERIOS AVISOS)
El ecónomo diocesano del Arzobispado de Sevilla es
un tipo serio. Lo es en los dos sentidos del término. Serio por riguroso a la
hora de desempeñar su cometido y serio porque sus genes sorianos así lo
determinan. Al fondo, es posible entrever cierta retranca, tal vez adquirida
por vía conyugal o, porque después de unos cuantos años en Sevilla, dado que
todo se pega, algo le haya podido calar la guasa local, pero Alberto Benito
Peregrina es castellano de pura cepa y, en general, se le nota bastante. No
habla a humo de pajas, desconoce la ojana, va por derecho. Ser mesetario y
tratar con números es lo que tiene. Le pasa lo mismo que al arzobispo Asenjo,
con quien por cierto no tiene parentesco alguno a pesar del parecido entre los
segundos apellidos de ambos. Los dos son de un carácter que a muchos sevillanos
cuesta entender. Sin embargo, para ciertas cosas, llevar los dineros, por
ejemplo, viene muy bien. Decididamente, España no ha sabido aprovechar en los
últimos siglos la reciedumbre de los castellanos para resolver sus cuitas.
Posee esa tierra sin mar un cierto poso germánico que nos habría venido muy
bien a todos. Hay pues que tomarse muy en serio las palabras pronunciadas por
Alberto Benito en la entrevista que este verano le hicimos en las páginas de El Mundo con
respecto a la situación de los templos de Sevilla. La incapacidad demostrada
por la ciudad para sacar partido a su inmenso patrimonio cultural, más allá de
sus monumentos principales, puede acabar causando estragos enormes en éste.
Iglesia de Santa Catalina
La
Iglesia no tiene medios ni, ojo a este dato, necesidad operativa para afrontar el
extraordinario gasto que requiere la conservación de los templos. Es, por
tanto, necesario que las administraciones públicas tomen parte activa en ello,
dejando atrás prejuicios analfabetos y visiones laicistas sectarias, como la de
aquella consejera de Cultura (tiene guasa a qué tipo de gente se ha colocado en
ese cargo) que pretextó el agravio que podrían sentir los andaluces budistas
para no restaurar con dinero público templos católicos. Carmen Calvo se llamaba
la interfecta. Alberto Benito hace la advertencia aportando un dato: la
posibilidad de que la situación obligue a cerrar el veinticinco por ciento de
los templos. No es un farol, sino el modo de hablar, en plata, directo, de los
castellanos; ese que tanto chirría en los oídos sevillanos, tan acostumbrados a
la lisonja y la falsía. Vivimos del turismo y a éste lo atrae el patrimonio. El
nuestro está compuesto, básicamente, por iglesias y la Iglesia no tiene dinero
bastante para mantenerlas todas. ¿Qué hacemos con ellas? ¿Dejamos que se caigan
y nos morimos de hambre, pero muy dignos y muy laicos, o empezamos de una
maldita vez a ser prácticos, dado que lo de ser cultos requiere algo más de
tiempo?
LA MURALLA SE DESMORONA
Lo que Alberto Benito tal vez ignore es que el de la
Iglesia Católica no es el único patrimonio monumental de Sevilla que se
encuentra en peligro; también lo están monumentos civiles de primer orden, como
por ejemplo uno de los más grandes que tenemos: la muralla almohade de la
Macarena que, literalmente, se está desmoronando, lo cual, además de un peligro
y un hecho culturalmente intolerable es, desde el punto de vista sevillano, una
auténtica vergüenza. No es una exageración alarmista, cualquiera que pase por
el interior de la vieja cerca, concretamente por la calle Macarena, podrá
apreciar de forma nítida cómo se desmenuza a ojos vista el tapial, una especie
de argamasa, con el que está construido el monumento (declarado como tal el 11
de enero de 1908). La arenisca acumulada en la acera, que no es otra cosa que
ese tapial desmenuzado, delata claramente el problema. La falta del necesario
mantenimiento y de la obligada protección que debería tener una pared con casi
mil años de antigüedad pero que cualquiera puede tocar y manipular sin ningún
tipo de impedimentos ha provocado la aparición en ella de agujeros de notable
profundidad que constituyen toda una tentación para que los desaprensivos, o,
simplemente, los chavales, los agranden aún más. En algunos tramos el deterioro
empieza a alcanzar niveles tales que podría comportar serios riesgos a corto
plazo. Urge pues que las autoridades tomen cartas en el asunto e intervengan en
la muralla antes de que sea demasiado tarde. Porque además de perder un
monumento nos exponemos a que cualquier día de estos pueda ocurrir una
desgracia. ¿O es que hay, como siempre, que esperar a que suceda para ponerse
en marcha entre lamentos y golpes de pecho?
sábado, 21 de junio de 2014
EL VALOR DEL REGIONALISMO
Sevilla tiene una deuda pendiente con el Regionalismo. No le ha devuelto, en forma de reconocimiento y divulgación, todo lo que aquel le aportó en las primeras décadas del siglo XX. De hecho, hoy por hoy, las verdaderas señas de identidad, la imagen misma de la ciudad, el contexto que envuelve armónicamente su monumentalidad, está representado por la obra de unos arquitectos geniales a quienes, en una desgraciada e injusta paradoja, no se dispensa la consideración que su enorme altura merece.
La actitud de displicencia y olvido que hacia ellos ha venido mostrando la Escuela de Arquitectura de Sevilla, ignorando su indiscutible valía y la importancia del legado que dejaron, es una intolerable injusticia que ha de ser reparada cuanto antes.
Los maestros que inventaron el estilo Regionalista, con Aníbal González, Juan Talavera Heredia y José Espiau al frente, fueron arquitectos de primer nivel; artistas versátiles que supieron compaginar el lenguaje de su época, cultivando el estilo Modernista, con la creación de uno propio y nuevo, inspirado en las señas de identidad tradicionales de la ciudad y en los estilos arquitectónicos clásicos, si bien sometidos a una reinterpretación que los convertiría en algo diferente, algo inédito que aportar para el futuro. De ambos estilos dejarían toda una constelación de muestras que sin duda contribuyeron a acrecentar la belleza de la ciudad, al tiempo que a revalorizar su patrimonio arquitectónico. No todos, por desgracia, han llegado hasta nosotros.
Hay, pues, motivos de sobra para que Sevilla haga gala y exhiba con orgullo la riquísima colección de arquitectura que le proporcionaron aquellos maestros. Y, precisamente ahora que nos aproximamos el Centenario de la irrupción del estilo Regionalista, debe hacerlo cuanto antes, pues ello, además de un acto de justicia, sin duda constituiría un notable atractivo que sumar a su importante oferta cultural.
La actitud de displicencia y olvido que hacia ellos ha venido mostrando la Escuela de Arquitectura de Sevilla, ignorando su indiscutible valía y la importancia del legado que dejaron, es una intolerable injusticia que ha de ser reparada cuanto antes.
Los maestros que inventaron el estilo Regionalista, con Aníbal González, Juan Talavera Heredia y José Espiau al frente, fueron arquitectos de primer nivel; artistas versátiles que supieron compaginar el lenguaje de su época, cultivando el estilo Modernista, con la creación de uno propio y nuevo, inspirado en las señas de identidad tradicionales de la ciudad y en los estilos arquitectónicos clásicos, si bien sometidos a una reinterpretación que los convertiría en algo diferente, algo inédito que aportar para el futuro. De ambos estilos dejarían toda una constelación de muestras que sin duda contribuyeron a acrecentar la belleza de la ciudad, al tiempo que a revalorizar su patrimonio arquitectónico. No todos, por desgracia, han llegado hasta nosotros.
Hay, pues, motivos de sobra para que Sevilla haga gala y exhiba con orgullo la riquísima colección de arquitectura que le proporcionaron aquellos maestros. Y, precisamente ahora que nos aproximamos el Centenario de la irrupción del estilo Regionalista, debe hacerlo cuanto antes, pues ello, además de un acto de justicia, sin duda constituiría un notable atractivo que sumar a su importante oferta cultural.
ANÍBAL GONZÁLEZ ÁLVAREZ-OSSORIO (1876-1929)
Edificio de viviendas y
comercios para Manuel Nogueira. Estilo Regionalista Mudéjar. Martín Villa Santa María de Gracia. 1907-1908
Fábrica de Gas. Avenida Juan Pablo II, Estilo Modernista 1911-1915.
Casa para el Marqués de
Villamarta. Avenida de la Constitución-García de Vinuesa 1915-1917
Edificio Consejería Innovación. Calle Torneo. 1919-1920
Considerada 'un resumen de la Plaza de España', Casa Luca de Tena. La
Palmera. 1923-1926
El modernista Gran Café de París de la esquina de la Campana con O'Donnell. 1904-1906. Demolido en los infaustos años Setenta. Una de las obras que perdimos de Aníbal González.
Proyecto de la Basílica de la Inmaculada, que empezó construirse en la Huerta del Rey pero jamás se terminó. Hubiera sido la Sagrada Familia de Aníbal González.
JUAN TALAVERA HEREDIA (1880-1960)
Casa de María Chafer. Estilo modernista. Plaza S. Francisco. 1914
Casa de los hijos de Vicente Aceña. Avda. de la Borbolla. 1913-1915
Casa Manuel García Montalván. Alfarería. 1924-1926
Casa Anastasio Martín. C/Almansa. 1925-1926
Edificio de la Telefónica. Regionalismo barroco. 1926-1928
Edificio de viviendas. Villegas, esquina Francos. Regionalismo neoclásico.
JOSÉ EPIAU MUÑOZ (1875-1938)
Casa para Antonio López. C/Orfila. Estilo modernista,. 1907-1908
Casa Grosso. C/San Pablo. Estilo modernista. 1908-1909
Casa de Antonio González. Estilo Modernista. Avda. Constitución. 1910
Casa para Manuel García Alonso. Estilo modernista. Pza. S. Francisco. 1911-1912
Y cuando Espiau hace Regionalismo, le sale esto: Casa Ciudad de Londres, C/Cuna. 1912-1914
O esto. Edificio La Adriática. Avda. Constitución. 1914-1922
O esto. Edificio Pedro Roldán,. Plaza del Pan. 1926-1927
O esto. Hotel Alfonso XIII, 1919/1
COLOFÓN
Lo hasta aquí expuesto no es
más que una brevísima muestra del extenso legado que los arquitectos
regionalistas (aunque ya hemos visto que fueron mucho más que eso) dejaron a la
ciudad. Un patrimonio riquísimo y de primer nivel que demuestra cómo la
modernidad, aunque algunos lo nieguen, se introdujo hasta los tuétanos en
aquella Sevilla de principios del siglo XX. Y además lo hizo con respeto a la
fisonomía de la ciudad y a la herencia recibida. Sin la soberbia del ignorante.
Es indudable que Sevilla no ha sabido aún hacer valer ese patrimonio, darlo a
conocer, sacarle todo el partido que podría. Ahí va pues nuestro reto a las
autoridades para que se decidan a hacerlo. De Sevilla no sólo pueden venderse como
atractivos turísticos conceptos etéreos como las vísperas de la Semana Santa.
Hay también un rico patrimonio tangible y a
la vista (aunque no siempre queramos verlo) del que muchas ciudades se
enorgullecerían. Muchos de esos edificios están cumpliendo ahora un siglo de
existencia. Sin duda un buen pretexto para acometer la empresa, que por otra
parte es barata.
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