jueves, 12 de enero de 2012

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 Las otras setas de la Encarnación III


Tranquilos, no sucumba a la ira la carcundia y amanse sus ignorantes impulsos. Dele tiempo a esta genial aportación, pues a fe que los años habrán de consagrarla como la obra que, al cabo de cuatro siglos, convertiría en monumento un feucho edificio del siglo XVII.


 El Hospital de los Viejos por detrás.


 El Hospital de los Viejos por delante.


El Duque de Segorbe cuenta de cierto señor, amigo suyo, que, un poco harto de los arquitectos modernos, ha adoptado la costumbre de incorporar a sus pensamientos y oraciones de antes de irse a la cama un último recuerdo para la madre de Le Corbusier. Concretamente, se caga en ella, dicho sea con perdón y con nuestros respetos para la susodicha señora, que en gloria estará, pues la pobre seguramente no tuvo toda la culpa de que el hijo le saliera así de creativo e influyente.
El caballero del irritado y escatológico recuerdo para la señora madre de Le Corbusier es, evidentemente, una excepción, pues a la luz de las abundantes pruebas que a lo largo de estos últimos años nos viene brindando nuestro paisaje cotidiano, a buen seguro que deben de ser bastantes más quienes antes de abrazarse a Morfeo, en vez de cagarse en su madre, se encomienden al gran pope de la Arquitectura Moderna. Particularmente, sospecho que eso tiene que suceder bastante entre las promociones de ‘creadores’ que van surgiendo de nuestra Escuela de Arquitectura, donde parece exigirse pleitesía y vasallaje a las teorías del arquitecto franco-suizo antes de expedir un título.
Como ejemplo de ello, vamos a ofrecer hoy la ‘rehabilitación’ (sic), del antiguo hospital de San Bernardo, vulgo de los Viejos, situado entre las calles Amparo, Viriato y Viejos (a la que de nombre), justo en la frontera de los barrios de San Juan de la Palma y San Martín. Un edificio del siglo XVII, propiedad de una hermandad de sacerdotes venida a menos, que, tras una largo y sombrío olvido y otro largo y no menos sombrío proceso burocrático, ha sido reconvertido en lo que durante muchos años fue: residencia de personas mayores. Viejos, o sea.


 Fachada hacia la calle Viejos, al fondo a la izquierda está el 'desaguisado'.

La historia del Hospital de los Viejos se remonta nada menos que a 1355, concretamente el 20 de julio de aquel año sería fundado en la collación de Santa Catalina. Allí estaría hasta 1395, en que se traslada al lugar donde actualmente se halla, ocupando las casas que una institución similar le había cedido. Aquellas casas serían sustituidas en el siglo XVII por un edificio de nueva planta que es el que actualmente se conserva, lo de se conserva es un decir.
Antiguamente, el edificio estaba conectado mediante un arco y un pasadizo subterráneo con otro de la calle Viejos donde residía el administrador de la residencia. Una casa que el Arzobispado, haciendo alarde de lo escasamente dotados que suelen estar los curas para los negocios, le cedió a la empresa Terrats como pago en especie por las obras que había realizado para transformar el edificio en un centro de día. Esto fue en los años setenta del siglo pasado, que es cuando comienza la larga historia de intentonas para rehabilitar el edificio. El caso es que Terrats había presentado una factura desmesurada que ni la Iglesia ni el Ministerio de Trabajo tenían con qué pagar. La primera lo acabaría haciendo con el citado edificio, al que la constructora le sacó unas perras. Eso sí, las obras que tan caras se pagaron no sirvieron para terminar la rehabilitación.
Mientras tanto, el edificio siguió abandonado. Aunque hasta cierto punto. No de ancianos, pero sí servía como residencia a yonkis y gatos callejeros. Lo malo es que empezaba a correr peligro de que la ruina acabara con él. En ese plan se lleva veinte años, hasta que la hermandad de la Divina Pastora, frustrado su intento de hacerse con la propiedad del templo donde históricamente había residido, la iglesia de Santa Marina, que fue cedida por el Arzobispado a la cofradía de la Resurrección, recibe en contraprestación la capilla del antiguo hospital de los Viejos. La hermandad la rehabilita y mantiene de forma decorosa, si bien, el resto del edificio permanecería en su desvencijado estado unos años más.

 Fachada hacia la calle Viriato
Y llegamos, por fin, al momento glorioso en que, desbloqueados todos los trámites, la Junta de Andalucía da vía libre a la intervención que permitirá rehabilitar el edificio y devolverle, actualizado, su uso primigenio: servir como centro de día para personas de la tercera edad. Es aquí cuando surge la figura cumbre, genial y definitiva del creador que va a hacer la gran aportación que necesitaba este edificio para poder ser tomado en serio alguna vez. Tras cuatro siglos de inanidad arquitectónica, una construcción que originalmente no debió de tener más pretensión que la funcionalidad y, si acaso, contaba con alguna aportación de barroco tardío que despreciará el erudito José Gestoso, va a ser elevada a la categoría de monumento por uno de nuestros más conspicuos epígonos de Le Corbusier: Juan Pedro Donarie. Encargado por la Consejería para la Igualdad del proyecto básico, la ejecución y la dirección de las obras de rehabilitación del antiguo hospital, este émulo de Sebastian Van Der Borcht, o mejor, como si de un nuevo Ludwig Mies Van der Rohe se tratase, determina dotar al viejo y obsoleto edificio de una portada rompedora, pues para eso y no otra cosa están las puertas, para romper las paredes. Nada de pastiches, nada de adecuarse al entorno ni mucho menos el edificio sobre el que se actúa. Ahí va eso. Obviamente, la Comisión de Patrimonio no podía negarse a una genialidad de ese calibre, aunque después de esto quedase ya definitivamente claro que la Comisión no sirve para nada y debe transigir con todo. 



 Dos imágenes, a cual más escalofriante, de la aportación de Donaire al edificio
Pero es que Donarie es un arquitecto de prestigio acrisolado, como demostró en el hotel EME de la calle Alemanes, al que incorporó la última moda de un movimiento que podríamos llamar Naturalismo Sin Prejuicios: el cuarto de baño integrado en la habitación. Lo cual no deja de ser una buena fórmula para que quien lo desee pueda, antes de irse a dormir, cagarse en la madre de Le Corbusier a la vista de todo el mundo. O, al menos, de quien lo acompañe en la habitación.


Se publicó en El Mundo de Andalucía el 3 de enero de 2011

1 comentario:

  1. Muy didáctico, me ha ayudado a concluir mi post en mi blog
    http://curiosasevilla.blogspot.com.es/search/label/Hospital%20de%20los%20Viejos

    Por cierto he enlazado este blog entre mis links
    gracias

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